La expresión «tercera parte » en la Biblia puede parecer sencilla, pero esconde un profundo significado cultural y espiritual.
Utilizada de diferentes maneras en las Escrituras, esta expresión nos invita a reflexionar sobre la división de los bienes, las prácticas religiosas y su relevancia para la vida cristiana actual.
Exploremos qué significa la tercera parte en la Biblia y cómo se aplica a nuestro camino de fe.

Qué significa la tercera parte en la Biblia
El concepto de la tercera parte
La palabra tercera parte es una expresión que puede referirse a diferentes significados, dependiendo del contexto en el que se utilice. En general, se refiere a una división en tres partes iguales -imagínese un pastel cortado en tres trozos, donde cada uno representa una parte igual de todo el pastel-. En la Biblia, esta expresión también aparece en varios pasajes, portadora no sólo de una referencia cuantitativa, sino también de un profundo simbolismo que debe entenderse a la luz de las Escrituras.
En términos numéricos, un tercio es simplemente un tercio. Esta división es común en diversas culturas y puede relacionarse con los diezmos y las ofrendas, cuya práctica es recurrente en las Sagradas Escrituras. En Génesis 43:34, por ejemplo, leemos cómo José, en su generosidad, dio porciones a sus hermanos, revelando un acto de favor que va más allá del simple acto de compartir: es un gesto de restauración y perdón, que refleja el amor incondicional y la aceptación del prójimo.
En la Biblia, la idea de la tercera parte también se manifiesta en relación con la provisión de Dios para su pueblo. Un claro ejemplo de ello se encuentra en Levítico 27:32, donde el Señor instruye a Moisés sobre la recogida del diezmo, que se define como la décima parte de la cosecha. Aunque la división en tercios no se menciona directamente, la aplicación de los porcentajes en términos porcentuales revela un principio de generosidad y reconocimiento de la provisión divina.
Además, la «tercera parte» puede verse bajo una luz más simbólica, representando la totalidad de nuestro compromiso con Dios. Al dedicar a Dios incluso una fracción de nuestras posesiones o de nuestro tiempo, estamos reconociendo que Él es el autor de todas las cosas, y que toda la creación se somete a su soberanía.
Definición general
La definición de un tercio es bastante simple y directa: es un tercio de cualquier total. Esto significa que si tienes un todo dividido en tres partes iguales, cada una de estas partes se llama tercio. Por ejemplo, si tienes una pizza y la cortas en tres trozos, cada trozo representa un tercio de la pizza. Esta idea de división puede comprenderse fácilmente en la vida cotidiana, donde muchos de nosotros hemos visto o utilizado fracciones en diversas situaciones.
Esta noción de fracciones y divisiones también es importante en el contexto bíblico, ya que pone de relieve la justicia y la equidad en las relaciones sociales y económicas. Cuando hablamos de tercios, nos referimos a la idea de que cada uno debe recibir de forma justa y equilibrada, repartiendo lo que se nos da según lo que tenemos. Esta división también sugiere que hay una parte que nos pertenece, una que debe compartirse y otra que debe devolverse a Dios, cuando hablamos de apropiaciones espirituales.
La comprensión de la tercera parte se extiende a las prácticas de generosidad y a la mesa, donde la división de bienes y recursos se convierte en un ejemplo de compartir y cuidar del prójimo. Más allá de las simples matemáticas, el concepto de la tercera parte nos invita a reflexionar sobre la importancia de la colaboración y el apoyo mutuo dentro de la comunidad. Es un recordatorio justo de que, al dar, estamos contribuyendo a un bien mayor, y de que lo que tenemos es también una bendición para los que nos rodean.
Uso de los tercios en las Escrituras
El término tercera parte, aunque no suele aparecer directamente en las Escrituras, puede verse en contextos que reflejan la división y el compartir que son esenciales para la vida comunitaria y espiritual del pueblo de Dios. El uso de esta expresión está estrechamente vinculado a la idea de generosidad y distribución equitativa de los recursos, algo que impregna varios pasajes bíblicos.
Un ejemplo se encuentra en Génesis 43:34, donde José, al reencontrarse con sus hermanos, no sólo los alimenta, sino que también los bendice con porciones que pueden simbolizar una forma de reparación y justicia. Les da una porción mayor que a los demás, demostrando que, dentro de las divisiones, hay lugar para la gracia y el amor desmedido.
Además, la práctica del diezmo -que equivale a la décima parte de la cosecha- puede ayudarnos a comprender cómo el porcentaje es un concepto que recorre la cultura judeocristiana. Aunque el diezmo es, por definición, el 10%, la idea de separar las partes es fundamental. Utilizando la misma lógica, podemos entender que, en un contexto de compartir y dar, la «tercera parte» también conlleva la idea de consagrar al Señor una fracción de las bendiciones que recibimos.
Además, el concepto de «tercera parte» también puede asociarse al reconocimiento de las relaciones interpersonales, donde esta expresión aparece como una llamada a la acción. En Levítico 23, las instrucciones para la cosecha incluyen dejar partes del campo para los necesitados. Esta práctica de dejar algo para los que no tienen, aunque sea una fracción del total, es un fuerte testimonio de la generosidad exigida por Dios y nos lleva a reflexionar sobre nuestras propias responsabilidades sociales.
Por tanto, entender el uso de la tercera parte en la Escritura no es sólo cuestión de matemáticas o fracciones, sino una invitación a reflexionar sobre la generosidad, el compromiso y el papel de cada persona en el cuidado del prójimo dentro de la comunidad de fe.
Significado espiritual de los tercios
El significado espiritual de los tercios va más allá de una simple división numérica; encierra un profundo simbolismo que se entrelaza con los conceptos de compartir, generosidad y compromiso con la obra de Dios. Cada parte que compartimos, ya sean nuestras posesiones, nuestro tiempo o nuestros dones, refleja una actitud de apertura y desprendimiento, fundamental para la vida cristiana.
En el contexto espiritual, la idea de una «tercera parte» nos lleva a considerar lo que hacemos con las bendiciones que recibimos de Dios. En varios pasajes, se nos desafía a dar de nosotros mismos, ya sea a través de la participación en las comunidades, las ofrendas a la iglesia o la ayuda a los necesitados. Cuando imaginamos un tercio de nuestras posesiones, se nos recuerda la llamada de Dios a que seamos fieles administradores, en la que además de recibir, también estamos llamados a compartir. Esta práctica es una expresión de gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros y un acto de confianza en su provisión.
La «tercera parte» sirve también como recordatorio de nuestro papel en la misión de Cristo. Al igual que Él nos ha llamado a ser la luz del mundo y la sal de la tierra (Mateo 5:13-16), se nos anima a dedicar una parte de nuestras vidas a edificar el cuerpo de Cristo y a influir en nuestra comunidad. Es una invitación a darnos cuenta de que cada pequeño gesto de amor y solidaridad, incluso una fracción de lo que tenemos, puede tener un impacto poderoso.
Además, esta noción refuerza la importancia de la gratitud en nuestro camino espiritual. Al reconocer que todo lo que tenemos es fruto de la gracia de Dios, recibimos la revelación de que sólo somos administradores de sus riquezas. Por lo tanto, al compartir nuestros recursos, estamos afirmando que la verdadera riqueza no reside en la acumulación, sino en la voluntad de servir y amar a los demás, como se ejemplifica en 2 Corintios 9:7, que nos enseña a dar con alegría.
En resumen, el significado espiritual de «tercera parte» es una invitación a la generosidad, la solidaridad y la comunión íntima con el plan de Dios. Al comprender y vivir esta verdad, nos convertimos en instrumentos de Su gracia, promoviendo cambios que van mucho más allá de lo que imaginamos.
Interpretación de las prácticas religiosas
La interpretación de las prácticas religiosas en relación con el concepto de la tercera parte es fascinante e invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones espirituales y actos de culto se entrelazan con la forma en que utilizamos los recursos que Dios nos da. En última instancia, esta expresión nos llama a ser conscientes de nuestro papel como ciudadanos del Reino de Dios en este mundo.
En el contexto de las prácticas religiosas, la «tercera parte» puede verse como un principio de compartir y generosidad. Al dedicar una parte de lo que tenemos a Dios y a su obra, no sólo estamos reconociendo que Él es la fuente de todo, sino también ejercitando nuestra fe. En muchas tradiciones cristianas, esto adopta la forma de diezmos y ofrendas. Estas prácticas son un reflejo de nuestro compromiso y amor a Dios, y permiten a la Iglesia llegar a la gente y servirla en sus necesidades.
Además, es importante considerar cómo esta división también aparece en la forma en que priorizamos nuestro tiempo y nuestros talentos. La enseñanza de Jesús al hablar de los talentos recibidos (Mateo 25:14-30) nos recuerda que debemos ser buenos administradores de lo que se nos ha confiado. Si dedicamos sólo una fracción de nuestro tiempo a actividades espirituales y de servicio al prójimo, también estamos aplicando eficazmente el concepto de la «tercera parte». Es una forma práctica de manifestar el amor y la fe en la acción.
Las prácticas religiosas no deben verse como meras obligaciones, sino como oportunidades para experimentar la generosidad del corazón de Dios. Cuando compartimos nuestros bienes, tiempo y talentos, no se trata sólo de compartir recursos, sino de un acto de adoración, que pone de relieve la unificación de la comunidad cristiana. La Biblia nos enseña que el verdadero culto se refleja en nuestras acciones y en la forma en que tratamos a nuestros prójimos.
En resumen, interpretar las prácticas religiosas a la luz del concepto de «tercera parte» nos anima a comprometernos más a fondo, a reflexionar sobre nuestras prioridades y a vivir una vida que glorifique a Dios sirviendo a los demás y administrando sabiamente los recursos que nos ha confiado. Es una llamada a que nuestra espiritualidad se manifieste de forma tangible en la vida cotidiana.
Relevancia en la vida cristiana
La relevancia de la «tercera parte» en la vida cristiana se manifiesta en diversos aspectos que van más allá de las simples matemáticas. Esta expresión nos recuerda constantemente nuestra llamada a la generosidad y al compromiso con los valores del Reino de Dios. Cada vez que reflexionamos sobre cómo dividimos nuestros recursos, podemos comprender mejor lo que significa vivir en comunión, amor y servidumbre.
En Mateo 6,21, Jesús nos enseña que «donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». Este pasaje nos invita a analizar lo que realmente valoramos. Al dedicar una parte de nuestras posesiones, tiempo y talentos al propósito de Dios, no sólo estamos demostrando nuestra fe, sino también construyendo tesoros eternos. La noción de la «tercera parte» nos insta a reflexionar: ¿estamos siendo suficientemente generosos? ¿Estamos dando al Señor lo que es realmente suyo?
La vida cristiana está marcada por la práctica del amor al prójimo, y esto se expresa en la manera en que compartimos y ponemos a disposición lo que tenemos. La idea de dar el equivalente a un tercio de nuestras bendiciones puede parecer desafiante, pero es esta misma práctica la que se refleja en los actos de caridad, en ofrecer ayuda a los que más lo necesitan y en todas las formas en que nos hacemos presentes en la vida de la comunidad.
Además, la relevancia de la «tercera parte» abarca también el tiempo que dedicamos a Dios. No se trata sólo de los momentos de culto, sino de cómo integramos la espiritualidad en nuestra vida cotidiana. Cuando dedicamos horas a la oración, la lectura de la Palabra y el servicio a los demás, estamos dedicando una parte de nuestras vidas a fortalecer nuestro caminar con Cristo y a influir en la vida de los demás.
Por último, entender la «tercera parte» como un principio que rige nuestras acciones nos anima a ser diligentes y responsables en la gestión de los recursos que Dios nos ha confiado. Esto no sólo proporciona un testimonio de fe a los demás, sino que también nos acerca a Dios, porque cada acto de generosidad, cada momento dedicado a Él, se convierte en un acto de adoración y gratitud. De este modo, la «tercera parte» se convierte en un elemento central de la vivencia de la fe cristiana, que nos guía e inspira a vivir de un modo más generoso y amoroso.
Explicaciones prácticas del uso de los tercios
Cuando hablamos del uso de los ter cios en un contexto práctico, debemos centrarnos en cómo esta fracción puede aplicarse en nuestra vida cotidiana de forma que favorezca nuestro crecimiento espiritual y social. La idea de distribuir y compartir recursos, ya sea dinero, tiempo o talentos, es un aspecto esencial de la vida cristiana, que se refiere a una vida de generosidad y amor al prójimo.
La primera aplicación práctica del concepto de «tercera parte» se refleja en la forma en que gestionamos nuestros recursos financieros. Un ejemplo sería establecer que, cuando recibimos una suma de dinero, podemos reservar un tercio de esa cantidad para donativos, ofrendas a la iglesia o proyectos sociales. Esto no sólo atestigua nuestra voluntad de servicio, sino que también nos recuerda que estamos llamados a ayudar a los necesitados, siguiendo el ejemplo de Jesús.
En cuanto al uso del tiempo, la idea de dedicar un tercio de nuestro día a actividades que glorifiquen a Dios puede ser una práctica enriquecedora. Esto puede incluir tiempo para la lectura de la Biblia, la oración o incluso la participación en grupos de estudio bíblico. Al organizar nuestro tiempo de este modo, creamos un espacio para la comunión con Dios y con nuestros hermanos y hermanas, fortaleciendo nuestra fe y los lazos comunitarios.
Además de los recursos financieros y el tiempo, la «tercera parte» también puede aplicarse al uso de talentos y habilidades. Se puede crear un compromiso, por ejemplo, para dedicar un tercio de un talento – ya sea en la música, la enseñanza, o cualquier otra área de habilidad – a la labor de la iglesia o para ayudar a los necesitados. Esta práctica demuestra que entendemos que nuestros dones son dones de Dios y deben utilizarse para edificar el cuerpo de Cristo.
Por último, es esencial recordar que el concepto de «tercios» nos invita a vivir con intencionalidad. Cada acto de generosidad debe ser reflexionado y rezado, buscando siempre la guía del Señor en nuestras decisiones. Al hacerlo, comenzamos a experimentar cómo la generosidad no sólo beneficia a quienes nos rodean, sino que también nos transforma interiormente. Esta transformación espiritual hace florecer un corazón atento a las necesidades de los demás y una mayor voluntad de servicio.
Por tanto, aplicar el concepto de la «tercera parte» en nuestra vida cotidiana es una forma práctica de materializar la fe, expresar el amor a los demás y honrar a Dios con todo lo que tenemos y somos. Al compartir nuestra riqueza de forma equilibrada y generosa, estamos contribuyendo a un mundo mejor y reflejando el amor de Cristo en acción.
Aplicaciones en contextos modernos
Aplicar el concepto de los tercios en un contexto moderno es una forma eficaz de vivir los principios bíblicos de generosidad y compromiso con la comunidad. Con el ajetreo de la vida cotidiana, encontrar formas de integrar esta práctica en nuestras vidas resulta esencial para formar un estilo de vida más centrado en los principios cristianos.
Un área que merece la pena destacar es la gestión financiera. Muchas personas, al establecer su presupuesto personal o familiar, pueden reservar un tercio de sus ingresos para actividades filantrópicas y donaciones. Esto puede incluir, por ejemplo, el apoyo a proyectos caritativos, la contribución a la iglesia o el apoyo a iniciativas sociales. Esta práctica no sólo ayuda a los necesitados, sino que también nos recuerda la importancia de compartir las bendiciones que recibimos.
Además, en cuanto al uso del tiempo, la idea de dedicar un tercio de nuestro tiempo a Dios y al prójimo puede ser transformadora. Por ejemplo, si una persona dispone de 21 horas a la semana, podría dedicar al menos 7 horas a la oración, la lectura de la Biblia, el servicio a la comunidad y las actividades de los grupos de apoyo de la iglesia. Se trata de una forma práctica de honrar a Dios y reforzar los vínculos con la comunidad que nos rodea.
En el ámbito de las habilidades y talentos, una tercera parte de nuestros dones puede invertirse en actividades que promuevan el bien común. Alguien que tenga aptitudes musicales puede participar en las alabanzas de la iglesia durante un tercio de su práctica musical semanal, mientras que un cocinero puede ofrecer cursos de cocina a jóvenes en situación vulnerable. Estas acciones no sólo sirven a los demás, sino que fomentan una cultura del compartir y la edificación mutua.
Por último, el concepto de «tercera parte» puede extenderse a nuestras relaciones y redes sociales. A menudo dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a asuntos personales y a nuestras actividades profesionales, pero ¿qué tal si reservamos un tercio de ese tiempo para invertirlo en nuestras relaciones? Esto podría incluir visitar a los amigos, apoyar a los vecinos o simplemente hablar con personas que atraviesan dificultades. Al hacerlo, cultivamos un sentido de comunidad y solidaridad que beneficia a todos.
Así pues, las aplicaciones del concepto de «tercera parte» en un contexto moderno nos enseñan que la vida cristiana es práctica, intensa y llena de oportunidades. Al integrar esta filosofía en nuestra vida cotidiana, no sólo transformamos nuestras vidas, sino que también influimos positivamente en el mundo que nos rodea, reflejando el amor y la gracia de Dios dondequiera que estemos.
Mensajes de esperanza
Los mensajes de esperanza que surgen del concepto de los tercios son un poderoso recordatorio del cuidado y la provisión de Dios en nuestras vidas. Cuando reflexionamos sobre el acto de compartir, encontramos enseñanzas que no sólo nos animan a ser generosos, sino que también nos ofrecen aliento para afrontar los retos cotidianos.
En primer lugar, darnos cuenta de que todo lo que tenemos es un don de Dios nos ayuda a cultivar un corazón agradecido. Al dedicar una parte de nuestras posesiones o de nuestro tiempo a Su obra, estamos afirmando nuestra confianza en las promesas de Dios. En Filipenses 4:19, la Biblia nos asegura que «mi Dios suplirá todas vuestras necesidades conforme a su gloria en Cristo Jesús» Este es un mensaje de esperanza que nos recuerda que cuando damos, siempre recibiremos de vuelta algo mayor que lo que ofrecemos.
La generosidad descrita a través de la «tercera parte» es también una puerta de entrada a experiencias de amor y comunión. Cuando vivimos esta práctica, experimentamos un ciclo continuo de entrega y bendiciones que nos motiva a mirar más allá de nosotros mismos. El acto de compartir no sólo alivia a los necesitados, sino que también restaura nuestras propias almas y renueva nuestros espíritus. Como está escrito en Hechos 20:35, «más bienaventurado es dar que recibir», una verdad que se revela en cada acto de bondad.
Además, los mensajes de esperanza aportados por la «tercera parte» nos recuerdan la importancia de estar atentos al prójimo. En un mundo en el que a menudo prevalecen la prisa y el individualismo, elegir dedicar parte de nuestro tiempo o de nuestros recursos a ayudar a los demás es un acto radical de amor que genera esperanza colectiva. Cada pequeño gesto puede ser lo que cambie el día de alguien, creando un impacto que va más allá del momento presente.
Por último, al considerar la «tercera parte» en nuestras vidas, estamos afirmando que tenemos un papel activo en la construcción del Reino de Dios. Como dice Mateo 25:40: «En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» La esperanza pródiga se nos presenta cuando comprendemos que nuestras acciones, por pequeñas que parezcan, tienen una finalidad que se extiende hasta lo eterno.
De este modo, al adoptar el concepto de la «tercera parte» en nuestra práctica diaria, no sólo nos cimentamos en la esperanza, sino que también nos convertimos en agentes de transformación, permitiendo que el amor divino fluya a través de nosotros, llevando esperanza, luz y alegría al mundo que nos rodea.
Conclusión
En resumen, el concepto de la tercera parte en la Biblia no se limita a una simple fracción numérica; es una invitación a vivir una vida de generosidad, amor y compromiso con Dios y con nuestro prójimo. Al aplicar esta idea a nuestras finanzas, tiempo y talentos, no sólo reconocemos la soberanía de Dios sobre nuestras vidas, sino que también nos convertimos en participantes activos del plan de Dios para el mundo.
La práctica de compartir, sustentada en el principio de la «tercera parte», nos ayuda a reflexionar sobre nuestras prioridades y a valorar la generosidad como expresión de nuestra adoración. Cada acto de donación, servicio o contribución, por pequeño que sea, tiene un gran significado en el Reino de Dios y puede tener un profundo impacto en la vida de los demás.
Además, los mensajes de esperanza que se desprenden de este concepto nos animan a permanecer firmes en nuestra fe, sabiendo que Dios es quien provee a todas nuestras necesidades. Al dedicar una parte de lo que tenemos, no sólo estamos ayudando a los demás, sino también cultivando un corazón lleno de gratitud y amor, que irradia luz en un mundo a menudo lleno de oscuridad.
Por lo tanto, al ver la «tercera parte» no sólo como una división, sino como un principio espiritual y práctico, nos sentimos inspirados a vivir de manera más significativa, impactando no sólo nuestras vidas, sino también las vidas de nuestra comunidad y reflejando el carácter de Cristo en todo lo que hacemos. Que siempre recordemos que al dar, somos infinitamente más bendecidos.
FAQ – Preguntas frecuentes sobre el significado de Terceros en la Biblia
¿Qué significa tercera parte en la Biblia?
En la Biblia, la tercera parte se refiere a una división en tres partes iguales, que simboliza la generosidad y el compartir.
¿Cómo puedo aplicar el principio de los tercios en mi vida?
Puedes aplicar el principio de la tercera parte destinando una parte de tu tiempo, recursos económicos y talentos a servir a Dios y ayudar al prójimo.
¿Por qué es importante compartir una parte de lo que tenemos?
Compartir una parte de lo que tenemos es importante porque muestra gratitud a Dios, promueve la solidaridad y ayuda a construir una comunidad más unida.
¿La cuarta parte y el diezmo están relacionados con la tercera parte?
Sí, la práctica de dar la tercera parte es similar al diezmo, donde la representación de una fracción de las bendiciones reconoce la soberanía de Dios sobre nuestras posesiones.
¿Cómo puede influir la tercera parte en mi vida espiritual?
Dedicar una parte de lo que tenemos a actos de generosidad fortalece nuestra conexión con Dios, fomenta la gratitud y nos hace más sensibles a las necesidades de los demás.
¿Qué ejemplos de tercios hay en la Biblia?
Ejemplos de tercios en la Biblia incluyen la práctica de dejar partes del campo a los necesitados y la división de porciones, que simbolizan generosidad y acogida.

Fabio Santos es un estudioso de la Biblia dedicado a ayudar a las personas a encontrar respuestas a sus preguntas relacionadas con las Escrituras. Su pasión y conocimiento son una fuente confiable de guía e iluminación para quienes buscan comprensión en la Palabra de Dios.