Conclusiones principales:
- Perspectiva bíblica variada: La Biblia presenta diversas perspectivas sobre tener o no tener hijos, incluidas las bendiciones de la procreación y la compasión por las dificultades de la infertilidad.
- La procreación como bendición: En el Antiguo Testamento, los hijos se consideran una bendición de Dios y un signo de prosperidad y favor divino.
- Empatía ante la infertilidad: Las historias de personajes como Sara, Rebeca y Ana muestran que la infertilidad se trataba con empatía y que Dios podía transformar estas circunstancias.
- Lafamilia espiritual en el Nuevo Testamento: Jesús y Pablo destacan la importancia de la familia espiritual, sugiriendo que la dedicación al servicio de Dios puede trascender la necesidad de tener hijos biológicos.
- Ejemplos de personajes sin hijos: Personajes como el apóstol Pablo y la reina Ester demuestran que no tener hijos no disminuye la importancia ni el impacto de una persona en el plan divino.

Lo que dice la Biblia sobre no tener hijos
El deseo de formar una familia y tener hijos es una parte fundamental de la experiencia humana, reflejada a lo largo de la historia y en diferentes culturas. Sin embargo, la decisión de no tener hijos es un tema que suscita muchas preguntas y debates, especialmente entre quienes practican la fe cristiana y consultan la Biblia como guía en sus vidas. ¿Qué dice la Biblia sobre no tener hijos? ¿Es pecado? ¿O hay lugar para diferentes opciones de vida dentro del cristianismo?
En este artículo exploraremos en profundidad lo que dicen las Escrituras sobre la decisión de no tener hijos. Consideraremos pasajes específicos de la Biblia, contextos históricos y culturales, y la teología que ayuda a formar nuestra comprensión de este tema. Nuestro objetivo es ofrecer una visión equilibrada e informada que pueda servir de guía a quienes buscan respuestas y orientación.
La Biblia, como documento antiguo y sagrado, ha sido interpretada de diversas maneras a lo largo de los siglos. Contextualizar estas interpretaciones es crucial para una comprensión más profunda y precisa. Por ello, examinaremos los textos y las perspectivas teológicas desde distintos ángulos para ofrecer un análisis exhaustivo.
También abordaremos cómo las diferentes ramas y denominaciones del cristianismo pueden tener puntos de vista distintos sobre el tema de la procreación, y cómo esto influye en la vida de quienes siguen estas tradiciones. Siga leyendo para comprender las implicaciones bíblicas y teológicas de la decisión de no tener hijos.
El Antiguo Testamento y la procreación
La bendición de fructificar y multiplicarse
El Antiguo Testamento, especialmente el libro del Génesis, comienza con la instrucción divina a Adán y Eva: «Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…» (Génesis 1:28). Este pasaje se cita a menudo como una orden divina de procrear. En la antigua cultura de Israel, los hijos se consideraban una bendición directa de Dios, un signo de favor y prosperidad.
Otros pasajes, como el Salmo 127:3-5, refuerzan esta opinión: «He aquí que los hijos son herencia del Señor, y el fruto del vientre su recompensa. Como flechas en la mano del valiente, así son los hijos de la juventud. Dichoso el hombre que llena su aljaba con ellos; no será avergonzado cuando hable con sus enemigos en la puerta» Aquí, tener hijos se ve no sólo como una bendición personal, sino como un beneficio social y comunitario.
En Deuteronomio 28:4, como parte de las bendiciones prometidas por la obediencia, se menciona la fertilidad del pueblo: «Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra y el fruto de tu ganado…» Esto muestra la importancia de la procreación en el contexto de la alianza entre Dios y el pueblo de Israel.
Sin embargo, es vital darse cuenta de que estos pasajes reflejan una cultura y una sociedad específicas, en las que la supervivencia y la continuidad del pueblo dependían en gran medida de unas tasas de natalidad elevadas. La procreación estaba estrechamente vinculada al sustento, la seguridad y la prosperidad de la comunidad.
Situaciones de infertilidad y esterilidad
A pesar del énfasis en la procreación, el Antiguo Testamento también relata historias de infertilidad y esterilidad con notable compasión y complejidad. Sara, la esposa de Abraham, por ejemplo, fue estéril durante gran parte de su vida. Asimismo, Rebeca, Raquel y Ana también tuvieron problemas para concebir.
La historia de Ana es especialmente conmovedora. En I Samuel 1, se describe a Ana profundamente afligida por su esterilidad. Reza fervientemente a Dios y hace el voto de dedicar su hijo al servicio divino si se le concede. La respuesta positiva de Dios a su plegaria, que culmina con el nacimiento del profeta Samuel, se interpreta a menudo como una muestra de la misericordia divina.
Estos relatos demuestran que, aunque se valoraba la fertilidad, también existía empatía por las dificultades a las que se enfrentaban quienes no podían tener hijos. La intervención divina en estos casos sugiere que la esterilidad no era una maldición, sino una circunstancia particular que podía ser transformada por la voluntad de Dios.
Por lo tanto, el Antiguo Testamento ofrece una visión compleja y polifacética sobre la cuestión de tener hijos, que incluye tanto una apreciación de la procreación como una comprensión de las dificultades de la infertilidad. La contextualización de estos relatos en su época y cultura nos ayuda a aplicar sus principios de forma pertinente en la actualidad.
El Nuevo Testamento y la perspectiva cristiana
Jesús y la familia espiritual
El Nuevo Testamento introduce una perspectiva más amplia sobre la familia y la procreación. En varias ocasiones, Jesús desafía las nociones tradicionales de familia y promueve la idea de una «familia espiritual». En Mateo 12:48-50, Jesús dice: «¿Quién es mi madre? ¿Y quiénes son mis hermanos?» Y señalando a sus discípulos, dice: «Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre»
Este pasaje sugiere que la obediencia y el servicio a Dios crean vínculos que trascienden los lazos biológicos. Esto no disminuye la importancia de la familia, sino que amplía la comprensión de la comunidad y de las relaciones interpersonales en la vida cristiana. Aquí se hace hincapié en el compromiso espiritual y en la construcción de una comunidad basada en la fe.
Además, en Mateo 19:12, Jesús menciona a los «eunucos» que optaron por no casarse «por causa del reino de los cielos». Este pasaje se ha interpretado de diversas maneras, pero una lectura común es que Jesús reconoce y valora la elección de no casarse ni tener hijos para dedicarse más plenamente al servicio divino.
Por tanto, es evidente que el Nuevo Testamento ofrece una visión más diversa y completa de la familia y la procreación. Las prioridades espirituales suelen prevalecer sobre las expectativas sociales y culturales tradicionales, lo que permite una mayor flexibilidad en las opciones personales sobre tener hijos.
Apostolado y opciones personales
El apóstol Pablo también aborda en sus cartas la cuestión del matrimonio y la procreación, ofreciendo consejos que pueden interpretarse como un apoyo a la opción de no tener hijos. En 1 Corintios 7, Pablo habla sobre el matrimonio y la vida célibe: «Pero a los solteros y a las viudas les digo que os conviene permanecer como yo. Pero si no podéis conteneros, casaos. Porque es mejor casarse que quemarse»
Aquí, Pablo valora claramente una vida de celibato, especialmente para quienes pretenden dedicarse al crecimiento espiritual y al servicio eclesiástico. Sin embargo, también reconoce que esta opción no es para todos, permitiendo así que cada persona haga la elección que mejor se adapte a su situación personal.
Pablo prosigue en 1 Corintios 7:32-34: «Los solteros piensan en las cosas del Señor, en cómo agradan al Señor; pero los casados piensan en las cosas del mundo, en cómo agradan a la esposa. Hay una diferencia entre una mujer casada y una virgen. La soltera se preocupa de las cosas del Señor, para ser santa en cuerpo y espíritu; pero la casada se preocupa de las cosas del mundo, para agradar a su marido»
Este pasaje indica que la elección de no casarse, y por extensión de no tener hijos, puede ser una forma válida de vivir una vida cristiana dedicada. La prioridad, según Pablo, debe ser la dedicación al Señor, y esta dedicación puede manifestarse de diferentes maneras, según las circunstancias y la vocación personal de cada uno.
Ejemplos de personajes bíblicos sin hijos
El apóstol Pablo
El apóstol Pablo, figura central del Nuevo Testamento, es un ejemplo significativo de personaje bíblico que no tuvo hijos. Pablo, conocido originalmente como Saulo de Tarso, dedicó su vida a predicar el Evangelio y a fundar iglesias. Su estado célibe queda patente en varias de sus epístolas, especialmente en 1 Corintios 7, donde expresa claramente su opinión sobre el celibato y la vida dedicada al servicio de Dios.
Pablo cree que permanecer soltero es ventajoso para quienes pueden dedicarse por completo al servicio de Dios, sin las distracciones que suelen acompañar a las responsabilidades familiares. En 1 Corintios 7:7, dice: «Quiero que todos los hombres sean como yo» Aquí se refiere a su propio estado de soltería y sugiere que, para algunas personas, éste puede ser un estado más ventajoso para servir a Dios con total dedicación.
Además, Pablo refuerza esta idea en 1 Corintios 7:32-34, donde comenta las preocupaciones divididas entre el cuidado de la familia y la dedicación al Señor. En contraste con las preocupaciones terrenales de un hombre casado, Pablo argumenta que un hombre soltero puede centrarse más fácilmente en «agradar al Señor». En este pasaje, vemos el énfasis de Pablo no sólo en los beneficios espirituales de la vida célibe, sino también en su propia elección de vida como modelo de devoción y servicio ininterrumpidos.
Pablo es un ejemplo excepcional en el Nuevo Testamento, pues ofrece una perspectiva única de la vida sin hijos y sin formar una familia tradicional. Su prolífico ministerio y su impacto en la difusión del cristianismo demuestran que la falta de hijos biológicos no disminuye la capacidad de dejar un legado espiritual duradero y profundo.
La reina Ester
La reina Ester es otro notable personaje bíblico que, según las Escrituras, no tuvo hijos. Ester, una joven judía que llegó a ser reina de Persia, desempeñó un papel crucial al salvar al pueblo judío de la aniquilación planeada por Amán, un alto funcionario del rey Jerjes. El libro de Ester retrata su valor, sabiduría y determinación en una situación de extrema amenaza.
Aunque el libro de Ester no menciona específicamente la cuestión de los hijos, la ausencia de cualquier referencia a la descendencia sugiere que Ester, incluso en su papel de reina, no tuvo hijos conocidos. Su historia se centra más en su valor y su fe, y en cómo intervino con decisión en un momento crítico para proteger a su pueblo.
Ester 4:14 es un versículo clave que muestra la importancia de su posición para el plan divino: «Porque si callas ahora, de otra parte vendrá ayuda y liberación para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis; y ¿quién sabe si has venido a este reino para un tiempo como éste?» Este versículo enfatiza la idea de que la esterilidad o la falta de hijos no disminuye la importancia de uno en el plan de Dios. Ester fue elegida para un propósito específico y su falta de hijos no le impidió cumplir su vocación divina.
La historia de Ester es un poderoso recordatorio de que los roles y propósitos dados por Dios no se definen por la capacidad de tener hijos, sino por el cumplimiento de Su voluntad. Su vida ofrece un ejemplo alentador para aquellos que, por elección o circunstancia, no tienen hijos, mostrando que su importancia e impacto pueden ser igualmente significativos en el plan divino.
CINCO DATOS SÚPER INTERESANTES SOBRE: Lo que dice la Biblia sobre no tener hijos
- Mandamiento de procrear: Génesis 1:28 instruye a Adán y Eva a «fructificar y multiplicarse», estableciendo la procreación como parte del plan divino para la humanidad.
- La infertilidad de Sara: Sara, la esposa de Abraham, fue estéril durante gran parte de su vida, y Dios la bendijo con un hijo, Isaac, en su vejez (fuente: Génesis 21:1-2)
- Familia espiritual: Jesús redefine la familia en Mateo 12:48-50, afirmando que los que hacen la voluntad de Dios son su verdadera familia.
- El celibato de Pablo: El apóstol Pablo promueve la vida célibe como una opción válida para dedicarse más plenamente al servicio de Dios (fuente: 1 Corintios 7:7-8)
- El voto de Jeremías: Dios ordenó al profeta Jeremías que no se casara ni tuviera hijos como señal profética para el pueblo de Judá (fuente: Jeremías 16:2)
Jeremías – El profeta llamado a la soledad
La vocación de Jeremías y el mandato divino de no casarse (Jeremías 16:2)
El profeta Jeremías es una de las figuras más intrigantes y solitarias del Antiguo Testamento. Llamado por Dios en una época de gran agitación para el reino de Judá, Jeremías se enfrentó a la difícil misión de ser la voz de Dios en medio de un pueblo rebelde y pecador. Un aspecto particularmente notable de la llamada de Jeremías es la orden específica dada por Dios de no casarse ni tener hijos.
En Jeremías 16:2, leemos: «No tomarás mujer ni tendrás hijos ni hijas en este lugar» Esta instrucción parece dura e inusual a primera vista, pero tiene sentido en su contexto histórico y teológico. Dios estaba utilizando la vida de Jeremías como una señal profética para el pueblo de Judá. La orden de no formar una familia era una vívida representación de la inminente devastación que caería sobre la nación.
La falta de hijos, en particular, tenía un profundo significado. En la cultura judía, tener hijos era una bendición y una forma de mantener el legado familiar. Para Jeremías, la llamada a la soledad y a la falta de hijos simbolizaba la interrupción del futuro y la falta de esperanza para la generación actual, que se enfrentaría al cautiverio y a la destrucción debido a su persistente desobediencia.
Además, la orden de Dios de que Jeremías no se casara también servía para proteger emocionalmente al profeta. Jeremías tendría que soportar muchas adversidades y sería blanco de continuas persecuciones. No tener familia reduciría las distracciones y vulnerabilidades, permitiendo a Jeremías centrarse exclusivamente en su misión profética. Por lo tanto, este mandamiento era una medida tanto práctica como simbólica, alineada con el propósito divino para su vida.
Relevancia cultural y espiritual de la soledad de Jeremías
La decisión divina de que Jeremías no tuviera hijos también pone de relieve una importante dimensión de la espiritualidad y el servicio a Dios. En la Biblia, vemos que el valor de una persona a los ojos de Dios no está necesariamente vinculado a su descendencia o a la continuidad de un linaje. En muchos casos, se alaba la llamada al sacrificio personal por una causa mayor.
Por ejemplo, el apóstol Pablo en el Nuevo Testamento aboga por la soltería para quienes son llamados a esta vocación específica, como una forma de dedicarse más plenamente al servicio de Dios (1 Corintios 7:8). Aunque el contexto y las circunstancias son diferentes, existe el hilo conductor de la valoración del sacrificio personal por un propósito divino mayor.
Jeremías representa un modelo de obediencia sacrificada. Aceptó el mandato de Dios, a pesar de su dureza, consciente de que su vida era un instrumento en manos del Señor para comunicar un poderoso mensaje al pueblo de Judá. La decisión de Dios para Jeremías resonó en una advertencia sobre la gravedad del juicio divino y la urgente necesidad de arrepentimiento.
De este modo, la vida de Jeremías nos enseña que la exhortación divina puede manifestarse de formas que, a primera vista, parecen contrarias a las expectativas culturales y sociales. Sin embargo, es en esta desviación de la norma donde se revela el propósito mayor de Dios, subrayando la necesidad de confiar y obedecer los mandamientos divinos, incluso cuando nos llevan por el camino de la soledad y el sacrificio.
La historia de Ana ante Samuel
El sufrimiento de Ana por no tener hijos
La historia de Ana es uno de los relatos más conmovedores de la Biblia y se encuentra en el libro de 1 Samuel 1. Ana era una mujer israelita casada con Elcana, que también tenía otra esposa, Penina. Penina tenía hijos, mientras que Ana era estéril, lo que en la antigua cultura israelita se consideraba una gran desgracia, incluso un signo de rechazo divino. Esta diferencia entre las dos esposas causó un gran sufrimiento a Ana, ya que Peninna se burlaba a menudo de ella por su incapacidad para concebir.
Esta situación se agravaba durante las peregrinaciones anuales a Silo, donde la familia de Elcana ofrecía sacrificios al Señor. En esas ocasiones, Penina aprovechaba para provocar aún más a Ana, lo que provocó una época especialmente difícil, en la que la Biblia relata que «Ana lloraba y no quería comer»(1 Samuel 1:7), tal era su dolor y su sentimiento de humillación.
A pesar de su sufrimiento, Ana no perdió la fe. Al contrario, se dirigió a Dios en oración. La Biblia describe a Ana como una «mujer de espíritu agitado»(1 Samuel 1:10) que oraba fervientemente, llegando incluso a hacer un voto al Señor, prometiéndole que si le daba un hijo, se lo dedicaría a Dios de por vida. Su oración fue tan intensa que Elí, el sacerdote, pensó al principio que estaba borracha.
Este aspecto de la historia de Ana es significativo porque muestra cómo la Biblia retrata la lucha y el dolor de no tener hijos. En el contexto cultural del Antiguo Testamento, la esterilidad solía considerarse un gran dolor personal y social. Sin embargo, lejos de juzgar negativamente a Ana, la narración bíblica reconoce su angustia y destaca su profunda fe y perseverancia, retratándola como un ejemplo de devoción y confianza en Dios.
La procreación y la vida del discipulado
A medida que avanzamos en nuestra reflexión sobre la intersección entre la procreación y el discipulado cristiano, es crucial equilibrar los principios bíblicos con las realidades contemporáneas. El llamamiento a fructificar y multiplicarse, tal como se recoge en el Génesis, estaba claramente dirigido al contexto de la creación inicial y el establecimiento de los pueblos de Dios. Sin embargo, a medida que nos adentramos en el Nuevo Testamento, vemos un claro énfasis de Jesús y los apóstoles en la importancia del crecimiento espiritual y la formación de discípulos a través de la predicación del Evangelio.
Ciertamente, la procreación sigue siendo una bendición y una responsabilidad importantes para quienes están llamados a esta vocación. Sin embargo, debemos reconocer que el discipulado cristiano no se limita a criar hijos naturales, sino también a criar hijos espirituales. Teniendo en cuenta las enseñanzas de Jesús en Mateo 28:19 sobre hacer discípulos de todas las naciones, entendemos que cada cristiano tiene la responsabilidad de nutrir y educar espiritualmente a los que le rodean.
Aspecto | Antiguo Testamento | Nuevo Testamento |
---|---|---|
Valorar la procreación | Gran énfasis (Génesis 1:28, Salmos 127:3) | Enfoque más espiritual (Mateo 28:19-20) |
Ejemplos de esterilidad | Vista como un reto o una maldición (Sara, Ana) | Poco énfasis, mayormente en la vida célibe (Pablo) |
Énfasis en la comunidad | Nación de Israel | La Iglesia como Cuerpo de Cristo |
Reflexión final
Al evaluar las diferentes perspectivas bíblicas sobre tener o no tener hijos, debemos interiorizar la idea de que la vocación de cada individuo puede variar. En una época en la que cuestiones como la superpoblación y la sostenibilidad son preocupaciones mundiales, la decisión de no tener hijos puede ser una elección consciente y responsable. Además, la vida del discipulado ofrece una rica matriz de oportunidades para construir comunidades espirituales vibrantes, independientemente de la situación de los padres.
En última instancia, tanto la vida con hijos como sin ellos puede reflejar una vida de obediencia y devoción a Dios. La llamada a hacer discípulos trasciende los límites de la biología y se basa en el compromiso de compartir el amor y la gracia de Cristo. Por lo tanto, que cada cristiano encuentre en su camino individual con Dios la guía y la paz necesarias para abrazar su papel único en el Reino.
Preguntas frecuentes sobre: Qué dice la Biblia sobre no tener hijos
¿Qué dice la Iglesia sobre no tener hijos?
¿Qué significa no tener hijos en la Biblia?
¿En qué parte de la Biblia se dice que debemos tener hijos?
¿Qué dice la Biblia sobre la infertilidad?
¿Es pecado evitar tener un hijo?
¿Qué ocurre si no tengo hijos?
¿Qué dice Dios sobre tener hijos?
¿Quién no podía tener hijos en la Biblia?

Fabio Santos es un estudioso de la Biblia dedicado a ayudar a las personas a encontrar respuestas a sus preguntas relacionadas con las Escrituras. Su pasión y conocimiento son una fuente confiable de guía e iluminación para quienes buscan comprensión en la Palabra de Dios.